Solito, en escabeche, guisado, entero, picado, machacado, molido, asado, toreado, relleno, salteado, en taco, en mermelada, en coctel, ¡y hasta en helado! Estoy hablando del condimento mexicano por excelencia que la da sabor a los caldos, a los moles y a las salsas, uno de los principales símbolos de la gastronomía mexicana: el chile. Me queda claro que no se puede hablar de México sin hablar del chile, a veces me pregunto ¿que sería del taco sin una buena salsa? Cualquiera que presuma de ser mexicano sabe disfrutar del chile en todas sus presentaciones y como no, si son pocas las comidas que encontramos que carecen de este elemento.
Pero, ¿por qué nos gusta tanto enchilarnos? Aún cuando el chile nos pica en el alma al grado de hacernos llorar, pareciera que entre más picante es el chile más adictivo es su sabor, no cabe duda los mexicanos somos masoquistas; cada vez que nos enchilamos nuestro paladar experimenta placer y dolor a la par, esta inigualable sensación se debe a la sustancia conocida como Capsaicina componente responsable del sabor picante de los chiles y de que nuestro cerebro libere una endorfina que emite señales de placer y bienestar, de ahí nuestra relación de amor y odio con el controversial ingrediente.
Si usted mi buen lector no es fiel seguidor del chile como muchos, lo invito a comenzar a disfrutarlo (bajo su propio riesgo y con moderación claro), la gastronomía mexicana es una vasta enciclopedia de sabores por descubrir al dejar el chile fuera de su dieta se está perdiendo de un pedazo importante de nuestra cultura y enchilarse créame: es un placer, una tortura bonita.